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El desnudo en el cine mexicano

El desnudo en el cine mexicano


Por Juan Cervera Sanchís
El desnudo en la historia del arte cuenta con una antiquísima tradición.
Anteceden al cine la escultura y la pintura. Existe toda una galería de Venus, ya desnudas totalmente, ya semidesnudas. Célebre es la Venus de Cirene que, aunque perdió su cabeza, es de una asombrosa perfección. No se diga la de Milo, a la que todas admiran sin fijarse en sus amputados brazos y, así, llegamos al éxtasis que produce el lienzo de Boticelli: "El Nacimiento de Venus".
El desnudo femenino en el arte es una irresistible fascinación. Bastaría recordar "Las tres Gracias", de Rafael; "La Venus del Espejo", de Velásquez; "La Maja Desnuda", de Goya; "Dánae", de Tiziano... y tantas y tantas beldades desnudas como los grandes maestros de la pintura han inmortalizado.
En el reino del cine mexicano han existido, y existen, mujeres bellísimas desde la época del cine mudo, aunque éste se nos fue sin regalarnos un solo desnudo. El puritanismo de la época no permitió que hoy, nosotros, podamos admirar desnudos los espléndidos y bellos cuerpos de actrices como Mimí Derba, SIPRI Martí, Socorro Astol, Matilde Cires, Carmen Bonifaz o Teté Tapia. Esta última, la más atrevida de todas aquellas estrellas, todas excelentes figuras de la escena, y que en el cine no pronunciaron una sola palabra, sí nos mostró escotes que escandalizaron a las pudorosas abuelas de entonces, pero hasta ahí. El pudor se imponía con hipócrita prepotencia.
Con el cine sonoro que, en México, arranca con la película "Más fuerte que el deber", protagonizada por Idolina Romagnoli, habrá que esperar dos años para ser testigos del primer e histórico desnudo.
Monja, casada, virgen y mártir
El 24 de enero de 1935 se inicia el rodaje, bajo el auspicio de Producciones Alcayde, de la historia original de Vicente Riva Palacio, "Monja, Casada, Virgen y Mártir", en adaptación, diálogos y dirección de Juan Bustillos Cros.
Cincuenta y cuatro días después la película se estrena en el cine Palacio con un éxito impresionante. La fotografía es de Ezequiel Carrasco, el sonido de Rafael Esparza y la escenografía de Carlos Toussaint. La música de fondo es de Federico Ruiz. El reparto artístico, según se decía en aquel tiempo, estaba integrado por: Consuelo Frank, Joaquín Busquets, Julio Villarreal, Antonio R. Frausto, Elena D´Ordaz, Carlos Villaloro, Luisa Obregón, Eduardo Arozamena, Dolores Caramillo, Emma Roldán y Pablo O´Farril.
Todo el mundo salió del cine Palacio hablando de lo mismo: El maravilloso desnudo de Consuelo Frank que, vista desde arriba y por la espalda, era una obra de arte y una sugerencia erótica sin precedentes en el cine nacional.
Se escribía así la primera y una de las más exquisitas páginas de la historia del desnudo en el cine mexicano.
Según contaría más tarde Juan Bustillo, Consuelo Frank, de alguna manera fue engañada para que permitiera que se filmara tan artístico desnudo. Al descubrir la argucia, Consuelo, se enojó, pero, gracias a dicha escena, junto con Bustillos, trascendió y se ganó, merecidamente, un pedestal en la historia del cinematógrafo nacional.
Veinte años sin desnudos
Después de aquel artístico y sutil desnudo transcurrieron más de veinte años sin que nadie se atreviera a filmar un desnudo en México. Si se filmaron semidesnudos, que ya de por sí eran atrevidísimos. Se mostraron muchas piernas, muchas caderas, hombros, espaldas...y se entrevieron senos, pero lo que se dice desnudos...No, desnudos a plenitud no.
El año de 1952, Rosa Carmina, nos muestra en "La Diosa del Thaití" sus seductoras piernas y su espléndido y escultural cuerpo; Lilia Prado, ese mismo año, juega a la tentación y enseña parte de sus virtudes físicas en la cinta "Cuarto de Hotel".
En 1953, de nuevo Rosa Carmina, en "La Segunda Mujer", se atreve, hasta donde el guión de Mauricio Magdalena y Max Aub, se lo permite, a insinuar, más que a enseñar, los cielos de su carne, lluviosa, digámoslo así, de sensualidad apasionada.
Ese mismo año, Gilberto Martínez, emociona al gran público con su película "Mulata", protagonizada por Ninón Sevilla. Los pechos desnudos de las excitantes mulatas exaltan pasiones.
En 1954, María Antonieta Pons, en "La Gaviota", saluda al mar con los pechos salados y acariciados por la espuma entre juegos de suaves y lujuriosas olas. El desnudo total aún no llega, pero se insinúa cada vez más y más tentador.
1955: año de los desnudos
Fue el año de 1955 en que se desgarró por completo el velo de Isis y los desnudos totales se hicieron patentes en la pantalla. La admiración ante la belleza, sin intercesiones de
de sedas y muselinas, del cuerpo femenino, suplió al escándalo. En realidad los cuerpos que se podían ver en la pantalla no eran como para caer en las redes del hipócrita moralismo, sino más bien de hinojos ante la poesía que visiblemente transpiraban.
La auritmia corporal de Kitty de Hoyos, en "Esposas infieles", embelesó a todos. ¿Acaso se había visto cuerpo tan perfecto antes en la pantalla? Kitty desnuda era una diosa comparable a las Venus del mundo clásico. Todos se rindieron ante la justicia del desnudo, pues resultaba injusto ocultar lo que la Madre Natura había creado para que se le rindiera tributo de contemplación.
Kitty, más que deseada, fue contemplada con auténtica Devoción. Ella, físicamente, era en sí una viva obra de arte y el cinematógrafo estaba en su legítimo de inmortalizarla.
Con Kitty de Hoyos, ese año de 1955, los cinéfilos admiraron a Ana Luisa Peluffo en "La ilegítima", y la desearon.
Al igual que a Columba Domíguez en "La virtud desnuda".
María Félix, siempre imperiosa, subyugaba a sus admiradores en "Los héroes están fatigados".
Aída Araceli ejercía un ingenuo encanto en "Juventud desenfrenada".
Ana Berta Lepe nos prometía a su vez"Vernos en el cielo" y, Christian Martell, filmaba "Batacán mexicano".
Más y más bellos cuerpos
Vendrían más y más desnudos en el cine mexicano. Ninguno, en puridad a la verdad, superó, ni ha superado, a los realizados en 1955, en belleza, calidad y sentimiento artístico.
Vimos, hemos visto, muchos y hermosísimos cuerpos. Los seguimos viendo. Recordamos de aquellos añorantes entonces el de Sonia Furió, espléndido; el de Lorena Velásquez; los pechos de Silvia Pinal en "La Soldadera"; el torneado encanto de Martha Valdés en "El Gato sin Botas"...
Entraríamos más tarde en un período de ordinariez y descarado mal gusto, si recordamos algunas películas de Meche Carreño, por ejemplo, y otras que no vale la pena ni nombrar, donde se verían desnudos ajenos por completo a la armonía clásica de las pioneras, que sí estuvieron a la altura del arte y con gusto las hubieran esculpido Praxiteles y pintado, de haber sido sus contemporáneas, Boticelli, Tizziano o Rafael.

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